¿Y la Formación Profesional?, se pregunta Montero.

No existen dudas de que la universidad y quienes se gradúan en ella pueden y deben contribuir a la economía y al bienestar personal y, cómo no, al desarrollo económico del país; pero los países ricos del primer mundo están demostrando que hay otra clave fundamental para ello, y es la formación profesional de nivel medio y de nivel superior no precisamente universitario. En España cada año salen al mercado laboral, titulados en formación profesional de grado medio, unos 150.000 jóvenes. El 36% de los jóvenes españoles han hecho formación profesional de nivel medio, casi la mitad que en Alemania con el 67% o en Italia con el 62%. Y como dice un interesante editorial del diario madrileño “El País”, publicado el 24 de diciembre pasado, los españoles están “a años luz también en este tema del país ejemplar en todas las cuestiones educativas: Finlandia.
Allí, el 81% de los alumnos cursan este tipo de formación, muchos de ellos para tener una preparación práctica antes de ir a la universidad”. No es verdad que los universitarios encuentren trabajo antes que los que acaban la formación profesional. En algunos países del primer mundo la mayoría de estos últimos (80%) se ubican en el mercado laboral a los seis meses, mientras los profesionales universitarios tardan mucho más. Y los sueldos que perciben frecuentemente no son muy diferentes de los que perciben los graduados universitarios, quienes en muchos casos terminan trabajando en otros oficios para los que no se capacitaron.
La creencia popular es que la formación profesional es principalmente para quienes no tienen capacidad de hacer estudios universitarios o no tienen recursos económicos para financiarlos y se contentan con una “carrerita” profesional de nivel medio o terciario. Esta creencia se sostiene por ignorancia de lo que es y debe ser la formación profesional en cualquiera de sus niveles. En la imaginación de muchos ha quedado la imagen de que formación profesional es para electricistas básicos, carpinteros elementales (no industriales), mecánicos automotrices de talleres primitivos, y poco más. Imagen que nada tiene que ver con el espectacular panorama de formación profesional tanto ocupacional como reglada.
Pensar que el desarrollo económico del país se puede sustentar solamente con profesionales universitarios es un error. La Ley General de Educación, como he recordado en otras oportunidades, postula la formación profesional de ambos niveles (medio y superior), pero las políticas educativas y la Reforma no se han ocupado todavía de ella. ¿Por qué? Los diversos intentos de ponerla en marcha no lo han logrado. Es evidente que la creencia popular y la imagen desprestigiada de la formación profesional está también en la mente de los políticos y gobernantes, responsables de activar políticas, proyectos y programas que la instalen definitiva y sólidamente en nuestro país, como una alternativa profesional necesaria y vital.

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